Lo que me dejó.

Después de casi dos años de estar “retirada” y tomándome mi tiempo, aquí estoy. Aunque esta pandemia a muchos les ha quitado más que a otros, todos hemos tenido cambios y sobre todo enseñanzas. Nos ha tocado casi a la fuerza volver a lo básico, real y hasta lo mas importante; el hogar. Y de una u otra forma encontrar como conectarnos con nosotros mismos. Volver a disfrutar las carcajadas en familia y hasta disfrutar momentos tan sencillos como jugar un juego de mesa. Nos tocó aprender a aburrirnos y a distraernos y llenar esos vacíos que ya no sabíamos como llenar con la tecnología.

Las rutinas cambiaron, los horarios cambiaron y hasta los hábitos. Para mi fue una frenada en seco con freno de mano incluido, para volver a rescatar los momentos esenciales como familia y hasta en lo personal. En el afán diario de la vida y el corre corre entre el trabajo, colegio, clases y hasta eventos sociales, habíamos dejado de disfrutar en familia. Nuevamente volvimos a lo esencial de un hogar, disfrutar en familia los pequeños placeres. Noches de películas, campeonatos de Jenga o RummyQ y hasta Uno, donde todos hasta las dos chiquitas ya podían participar. Por la diferencia de horarios con los niñitos, muchas veces no almorzábamos juntos y es de las cosas que pudimos rescatar. Pero mi mayor tesoro fue poder ver cómo interactuaban en una “nueva forma” de colegio.

Estaba cada uno en un nivel distinto, sus clases eran completamente diferentes las unas a las otras. Tefi estaba casi por terminar séptimo, Abel cuarto, Emilia Kinder y Maria Pre-kinder. Abel y Tefi no me preocupaban tanto, aunque hay mucho por aprender, ya ellos son un poco más autosuficientes en el colegio y pueden sentarse solitos a hacer sus trabajos y tareas sin tener que tener ayuda constante de las profesoras. Por otro lado, Emilia ya leía y escribía, pero no a la perfección; mientras que María apenas estaba empezando a reconocer los sonidos de las letras juntas e identificar palabras y letras. Como inicialmente eran pocos días, eso pensábamos, mi preocupación no iba mas allá a que terminaran el año escolar como fuera (mis hijos son calendario B). A medida que fueron pasando los días, la cosa se fue complicado y la incertidumbre creciendo.
Estar aislados y alejados de la familia iba haciendo que hasta el genio fuera diferente. Por mi parte, me tocó aprender a soltar, no tratar de controlar cosas que no estaban en mis manos y sobre todo a no ser tan estricta. Los horarios fueron completamente invertidos y alterados, cosa que me causaba una angustia ya que en mi cabeza solo pensaba como iba a hacer cuando volviéramos a la “normalidad.” Aunque las rutinas para “entrar al colegio virtual” en mi casa seguían iguales a como si asistieran al colegio. Bañados, cambiados y desayunados, aunque descalzos de sentaban en su “call center” como le decía mi cuñado al espacio que había organizado para ellos. En la sala había puesto cuatro mesas independientes para que cada uno tuviera su espacio para poder trabajar tranquilo, aunque el ruido se mezclaba y empezaban los gritos y las peleas en mitad de las clases. Se acabó el año escolar y finalmente salieron de vacaciones, unas vacaciones diferentes donde si me tocó soltar completamente y dejar que ellos decidieran ciertas cosas en los horarios y no estresarme tanto de no tener el control.

Al llegar agosto, empezaban las preguntas de como iban a ser las clases, si iban a ser presenciales o virtuales o un hibrido entre las dos cosas. Nadie tenía la respuesta y las clases arrancaron virtuales. María se sentaba juiciosa todas las mañanas, cantaba, saludaba y se emocionaba, así como también de la nada apagaba y se iba corriendo sin querer hacer nada. Mi preocupación más grande era como iba a hacer para que ella aprendiera a leer y a escribir. Dejar unos vacíos en este momento iba a traer problemas más adelante. Pero una vez mas solté y dejé que las profesoras hicieran su magia. Obvio eran bombardeadas constantemente por cuestionamientos que hacíamos los papas causados por nuestros mismo miedos y preocupaciones. Hasta que un día, aprovechando que me podía sentar a ver a cada uno sumergido en su rutina y diferentes clase, pude escuchar como a María la ponían a leer unas frases y ella sin ayuda y con fluidez lo había logrado. Si ella había sido capaz de aprender a leer y a escribir por zoom, yo porque no iba a poder soltar y aceptar los nuevos cambios y los beneficios y hasta falencias que vienen con ellos.

Aprendí a soltar, a dejar ser y a aprovechar los pequeños regalos de tiempo en familia que tendíamos aunque las preocupaciones existían. Mi casa nuevamente volvió a ser el lugar sagrado para la familia, los escenarios cambiaban y nos arreglábamos para pasar de la sala al cuarto, del cuarto a la cocina a probar recetas nuevas y de ahí a nuestro propio cine improvisado, esperando que los días transcurrieran. Sin afán.

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9 comentarios en “Lo que me dejó.”

    1. Cuanto me alegro que volviera escribir Señora Mary sus escritos me gustan mucho y en este ultimo me identifique con usted me toco soltar a mis hijas a que se hicieran responsables a su manera pero allí vamos.

  1. Me gusta leer tus escritos. Tú haces ver las cosas difíciles más fáciles, y si han sido tantos cambios fuertes para todos de los cuales hay que ir aprendiendo y sacar lo mejor. También quiero felicitarte por cómo llevas tus hijos por un camino bonito y desearte mucha felicidad siempre

  2. Desde el último escrito, entró cada mes a revisar si has publicado algo. Porque tú escritos inspiran y motivan a crecer y seguir adelante. Me encantaría que lo siguieras haciendo porque inspiras

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