Todo estaba programado para la 1:30 pm. Tenía que estar en la clínica una hora antes para que me prepararan. Había organizado todo en mi casa para poder estar tranquila mientras me recuperara de la cirugía. Salí temprano de la casa para ir a misa, en el carro empecé a sentir un dolor. Sabía lo que era, pero no quería aceptarlo. No podía creer que el mismo día de la cirugía iba a venir nuevamente el dolor. Era un dolor leve y no le puse atención, tenía que llegar a misa y hacer unas cuantas cosas más. Después de un rato sentada, el dolor se puso más intenso y no encontraba acomodo ni como bajar el dolor. Salí y llamé a mi papá, quien no podía creer que ese día volvía a tener dolor y me dijo que llamara a mi mamá para irme para la clínica. Era como si el cálculo supiera que ya no lo iba a tener más conmigo, y quería hacerse sentir por última vez. No se como pude manejar a la casa de mis papas a buscar a mi mamá y dejar mi carro allá. Sólo sé que las lágrimas se me escurrían y hubo un momento en el que casi salto del carro.
Llegamos a la clínica y ya mi urólogo había dado orden para que me pasaran de una vez y me canalizaran. Como ya sabían que iba para cirugía, me fueron entregando la bata azul; esa misma con la que había visto a Abel por última vez. Ahora era yo quien la tenía puesta y en mi cabeza sólo pasaban una y otra vez las imágenes de él saliendo del baño, yo amarrándosela y diciéndole “que bollo te ves con ese color, te luce.” Mi mamá sólo me miraba con unos ojos que querían decir más de lo que podía procesar y vocalizar. Sin decir nada, con sus movimientos y búsqueda incansable de algún objeto nuevo en su cartera, trataba de que pasara el tiempo y que yo no sintiera el miedo y angustia que ella estaba sintiendo.
Después de esperar por unas horas, ya sin dolor, me vinieron a buscar con una silla de ruedas. De nuevo íbamos por el mismo camino por el cual hace unos días había pasado acompañada de mi papá y un año largo atrás, había caminado al lado de Abel. Mientras subíamos en el ascensor, mi mente ya estaba en el séptimo piso, aquel que fue casi mi casa por una semana, ese que traía amargos recuerdos y que no quería recordar y mucho menos revivir. Llegamos a la sala de recuperación, lugar donde te llevan antes de una cirugía para empezar a prepararte y esperar a que seas llevado a la sala donde te harán el procedimiento programado.
Una línea me separaba de entrar al lugar donde él había tenido sus últimos momentos de lucidez. En silencio, sólo me repetía a mi misma: “tu puedes, todo va a estar bien.” Mi escolta favorito, mi papá, no había llegado. Sentía como mi corazón me retumbaba rápidamente en los oídos y sin darme cuenta, ya me estaban acostando en una de las camillas. Me prepararon y cambiaron el catéter dos veces ya que se me tapaba y después de un rato mire a la enfermera y le dije, dame un minuto que estoy ansiosa y estoy nerviosa. Ella me miro y muy serenamente me dijo que me tranquilizara que todo iba a estar bien, que mi procedimiento era sencillo. Yo la mire sonreí y le dije que este ya era como la sexta vez que me iban a sacar un calculo y que ese no era mi preocupación; le expliqué que en esos momentos estaba reviviendo en carne propia lo que había vivido mi esposo y ya no estaba con nosotros. Se paralizó, me miró y sin pensarlo me preguntó si mi esposo era el que había fallecido por un derrame e iban a operar de cálculos. Nunca me imaginé que ella lo iba a recordar y mucho menos lo que me dijo después. Se me quedó mirando y me dijo “Yo lo atendí y estaba presente cuando todo sucedió y hace unos días estaba pensando en él y su familia.” No lo podía creer y mucho menos que el saber que ella había estado ahí presente me iba a dar tranquilidad en ese momento. Salvadas por la campana, creo, llegó el anestesiólogo; el amigo de Abel, el que había estado con el antes y después de que todo pasara. Me terminó de hacer unas preguntas y llegó mi papá, quien tenía una cara de angustia, pero al ver que estaba tranquila, o por lo menos era lo que proyectaba, se sentó a mi lado a esperar a que ya fuera el momento.
Me llevaron a la sala de cirugía y ya me habían dicho que me iban a poner anestesia general, ya que me necesitaban completamente dormida por lo que iban a entrar con un laser hasta el riñón y deshacerme las piedras que ahí tenia y además retirarme el cálculo que estaba abajo y era el que me estaba causando dolor. No me acuerdo que pregunta me hicieron, pero ahí mismo me dormí hasta que sentí que me movieron fuertemente y empezaron a llamarme por mi nombre y con una pesadez en los ojos los logré abrir. La cirugía ya había terminado exitosamente, me sacaron los cálculos y me pusieron el catéter “jj” (doble jota). Entre mi sueño, dolor de garganta por los tubos y desespero de no poder hablar le pedía a mi papá que me prestara su celular para escribirle lo que le quería decir. Fue un fracaso y sólo escuchaba las carcajadas de mi papa tratando de descifrar lo que yo le quería decir. En ese momento lo que quería hacer, era agradecerle al anestesiólogo, ya que al igual que para mí, para él esto era difícil.
Me pusieron oxígeno y me dejaron en la sala un rato. Quería dormirme, pero mi cabeza no me dejaba y los pensamientos que se me venían sólo tenían que ver con esos momentos que habían vivido ahí Abel, los médicos y las enfermeras mientras yo estaba por otro lado sin tener idea de lo que estaba sucediendo. Después de un rato me pasaron a otra división de camillas y llegó mi mamá con mi ropa. Aún canalizada, maniobré para cambiarme lo más rápido posible para poder irme para mi casa, comer algo y acostarme. La recuperación fue larga y me dio duro por varios días en los cuales escasamente me podía mover en la cama. Hubo momentos en los que no veía la luz al final del túnel y las lagrimas se me escurrían sin poder aguantarlas, pero me di cuenta que todo tiene su razón de ser y sé que por mi tranquilidad yo había tenido que pasar en carne propia por todo para poder sanar y entender que todo pasa por algo; lo viví y aquí estoy superándolo y viviendo un día a la vez.
19 comentarios en “Miedos II parte.”
Que gran ejemplo de superación y de fortaleza… ❤️ Gracias por permitirnos vivirlo contigo y aprender de ti 😘
Dios y Maria siempre están contigo, tu fuerza viene de ellos y la compartes con nosotros. Gracias y Bendiciones!
Eres una mujer de admirar hace muy poco que sigo tu blog pero si duda alguna me haz dejado una gran enseñanza eres una guerrera Dios siempre esta contigo y tus hijos jamas jamas te ha dejado sola. Gracias por abrirnos tu corazón y decirnos que pese a todo se puede seguir viviendo un día a la vez
Eres una berraca ! No sabes cuánto te admiro ! Tqm !
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Mi completa admiración, escribe tan bonito y vive lo que narra. Gracias por compartirlo. Bendiciones 👏👏❤😊👍
Me alegra mucho leerte, igual se siente un aire de nostalgia pero siempre reconforta, tu manera de verlo todo de enfrentar los miedos y tu fe nos dan lecciones invaluables tqm Maria Elvira
Hermoso Mary. Muy emotivo para mí y me imagino para ti. Me hiciste reír al recordarme el trabalenguas que querías escribir…jajaja.. te quiero
Wow!❤️❤️❤️
Maria Isabel Davila
Para adelante guerrera🙏
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Mary he pasado todo el día leyéndote, creo que encontré una ayudita extra para ser una mejor madre y mujer. Gracias por compartir tus reflexiones y vivencias.
Mary sigue así firme. Son pruebas que pone la vida. Admirable.
Eres una mujer muy valiente,DÍos te bendiga grandemente 😊🙏🙏🙏
Eres una mujer Valiente y fuerte cada vez q leo tus cosas Digo siempre hay un motivo más para vivir a pesar de las dificultades y adversidades q uno pase..Mil bendiciones para ti
Eres una mujer Valiente y fuerte cada vez q leo tus cosas Digo siempre hay un motivo más para vivir a pesar de las dificultades y adversidades q uno pase..Mil bendiciones para ti
Eres una berraca
Hola tus palabras han sido de gran ayuda para mi al igual yo perdí a mi esposo hace 4 meses por una enfermedad cuando empese a leerte sentía que mi mundonsr había derrumbado que no podía mas tu ejemplo de superación me han servido para yo poder tratar de seguir y desir yo también puedo levantarme y seguir por mis hijitas gracias por contar tu esperiencia y ser una voz de animo para muchas q como tu y yo pasamos por esta experiencia Dios te bendiga
Los tiempos de Dios son perfectos. No entendemos el porque suceden las cosas pero Dios es tan maravilloso que se encarga de mostrarnos el para que. Dios te bendiga eres un ejemplo de mujer y Mamá.
Sigue adelante , tu ángel te impulsa a seguir dando desde tu testimonio que Dios es grande y misericordioso todo pasa para algo….su tiempo es perfecto
Eres una gran luchadora! Mucho ánimo!