Juzgar y ser juzgado.

Abel llevaba cuatro días de haber fallecido. Yo me sentía que estaba aquí en la tierra, pero parte de mi estaba dormido. No había tomado ni una sola pastilla, no pensaba hacerlo y hasta el momento no lo he hecho. Había sido una semana intensa de muchas emociones y momentos en poco tiempo y sentía que el tornado que se había creado inesperadamente y sin avisar, se estaba apagando y todo aquello que con fuerza se había llevado a su paso y lo levantaba con fuerza empezaban a caer por todos lados. Ya habíamos tenido la misa de las cenizas y los restos de Abel estaban descansando junto a los de su papá y su abuelo. Lo que unos meses antes dijo al aire después de haber visitado el osario de su papá.

Mi mamá y mi hermana, me llevaron a buscar ropa ya que mucho de lo que tenía en mi closet no me iba a funcionar. No llevábamos mucho de habernos bajado del carro, cuando íbamos caminando y a lo lejos vi unas personas que venían hacia nosotras y como una de ellas me señalaba: era la primera de muchas. Aunque para mí era lo último que me faltaba, no me extrañaba que iban a estar pendiente de cada movimiento que hiciera o palabra que dijera. No sería sincera si no digo, que de pronto más de una vez caí en eso mismo hablando y mirando lo que hay por fuera de una persona sin detenerme a pensar que hay detrás de esa máscara, ese acto o simplemente esa ropa. Hoy que estoy del otro lado de la barrera, cada vez que algo así me sucede, me detengo y trato de entender lo que puede estar impulsando cualquier acción.

Somos prisioneros de una sociedad donde el mal ajeno nos causa satisfacción y señalamos sin darnos cuenta que otros tres dedos nos están señalando a nosotros. Una vez llegaron a decirme que yo que hacía comiendo en un restaurante, que era muy temprano para estar haciéndolo. Yo no respondí a esa pregunta; sólo miraba atónita. Hoy puedo responder, ¿qué hacía? Estaba tratando de volver a mi vida, estaba tratando por un momento de olvidarme del huracán que tenía en mi cabeza, estaba superando llegar a lugares a los que siempre iba con el y ya no iba poder hacerlo nunca mas. Puedo seguir y la lista puede ser interminable. Mi vida había cambiado, pero el mundo en el que me muevo no y todo continuaba su rumbo.

Un día, un sacerdote vio a mi mamá intranquila y le dijo “ella no ha hecho nada malo, ella tiene que continuar con su vida. Lo más importante es que ella esté bien, al ella estarlo, sus hijos van a estar bien.” Creo que esas palabras fueron las que mas tranquilidad le dieron a mi mamá, quien se preocupaba día y noche por mi bienestar, como lo haría cualquier mamá que ama a sus hijos incondicionalmente. Yo estaba presente en el momento que ella escucho esas palabras. Para mí, fueron como si me hubiera tomado un alka-zeltzer con alivio instantáneo quitándome una llenura (que no era de comida) que no me dejaba ni respirar ni caminar tranquila. Muchas veces sentía que todo lo que hacía estaba mal y que le estaba siendo infiel a la memoria de Abel, aunque no estuviera haciendo nada malo. Aprendí, que tenía que continuar haciendo las cosas como antes, pero poniendo un poco de mi para hacerlas mejor y tratar de cambiar los errores que había cometido.

La montaña rusas de emociones por las que yo pasaba a diario no era fácil de controlar. Quería estar en cualquier lugar que no fuera uno que me recordara a Abel, aunque afronté todo lo más rápido posible, no significaba que ya lo había superado por completo y que era fácil. Cada vez se iba volviendo un poco más soportable y me iba acostumbrando al vacío que sentía por dentro. Mis ánimos no estaban para fiestas ni mucho menos, si iba algún lado, iba por contados minutos y por cumplir. Un día, llegué quince minutos a una fiesta sorpresa de una amiga a quien quiero mucho y quería darle un abrazo. En el momento que llegue, se sentó conmigo y otra amiga que adoro también y pidieron tomarse una foto. No me gustaba y mucho menos estar apareciendo en las redes ya que se prestaba para malos entendidos. Como si a todas las de la fiesta les hubieran avisado corrieron a tomarse fotos y se convirtió en una foto grupal, yo quedé en todo el medio. Sin pensarlo y con ninguna malicia, unas amigas pusieron las fotos en instagram. No habían terminado de hacerlo cuando mi celular estaba explotando con mensajes y llamadas. Cada salida significaba para mi un peso extra ya que no sólo lo estaba haciendo para divertirme y salir de la soledad, pero también exponerme a lo que las personas opinaran sin tener en cuenta que pasaba cuando las puertas de mi casa se cerraban. Creo que nunca se preguntaron si yo había dormido la noche.

Esto no se resume solo a la perdida de alguien. Si juzgamos siempre a un libro por su portada, no vamos a ser capaces de dar una oportunidad a algo que no nos llama mucho la atención, pero seguramente tiene mucho que ofrecernos. Nadie es perfecto y no siempre estamos pasando por buenos momentos y no por eso podemos hacerle las cosas más difíciles y ponerle trabas en el camino. Nos hemos acostumbrado a tapar nuestro dolor con el de otros, tratando de eclipsarlo y fijar la atención en algo más que no seamos nosotros mismos sin tener en cuenta el daño que le podemos estar causando a la persona. Al final del día somos humanos, pasamos por situaciones difíciles, pero no por eso significa que la vida se nos haya terminado.

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10 comentarios en “Juzgar y ser juzgado.”

  1. Wow!!! Tan duro y doloroso, ojalá sintieramos más compasión, entendieramos al otro desde su dolor y respetaramos las decisiones de otros. No significa que no te duela o te doliera lo que pasó. Pero que más podrías hacer ? Tienes 4 razones más fuertes por las cuales vivir. Mi cariño y mi admiración para ti.

  2. Que vaina como hacemos el mal sin percatarnos siquiera…es casi que automatico…pero hay que hacer el esfuerzo y estar atento y lograr frenar en seco ante las ganas que a uno le provocan de hablar de mas! A veces lo logro, otras no…en todo caso, el que no te entienda y no valore tu forma unica de salir a flote, no merece tu amistad!

  3. Muy bueno nena. Así es la vida y así somos los seres humanos. Lo importante es que tratemos de ser lo más transparentes posible, de acuerdo a nuestro sentir, a nuestros ideales y a nuestros principios.

    PD: hay algunos errorcitos de redacción que corregir.

    Te quiero.

  4. Mary de acuerdo contigo juzgar es facil y algo frecuente sin pensar lobqye cada persona vive o afronta. Perder un ser querido es terrible pero la vida sigue y cruel o no aun no he visto la primera persona que se lleve lo que tiene o que su flia se entierre con El.
    Cruda realidad pero la vida sigue y debe continuar . Te quiero mucho y pienso que tus blogs todos estamos aprendiendo.
    Hoy clarisimo no juzgar🙄

  5. A mi hija , siempre le digo …. Fuerte de pensamiento guiada por el Corazón …..
    Asi debe ser …….es tan fácil juzgar al vecino , ojalá q dejemos esa horrible costumbre .
    Me gusta lo que escribes .

  6. A mi se me murió un hermano. Era el mayor, tenía 56 años. 1 año 7 meses antes le diagnosticaron un cáncer en etapa terminal. Viví con el todo el proceso hasta su último suspiro. No sé si el facellicimiento de un hermano, duele más que la de un esposo. Creo que la muerto de un ser querido independientemente el grado de consanguinidad es terrible. Admiro tu entereza. Yo no supe hacer un duelo sano y por eso caí en una profunda depresión e intenté quitarme la vida. Hoy 7 años después y con ayuda psicológica lo pude hacer.

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