“Nos vemos mañana, papi va a ir a que le quiten una cosita, pero después nos vemos.”
Como si nada, a las 10:30 am Abel se despidió de los niñitos. Tenía dolor y como conocíamos a la perfección lo que se siente y venía, prefirió estar en la clínica para que lo pudieran controlar sin problema. No era la primera vez que le daba, lo habían operado varias veces; al igual que a mí. Los cálculos para nosotros eran casi como una gripa.
Los niñitos se quedaron tranquilos en la casa, era domingo y teníamos a unos primos de Medellín que habían venido para el matrimonio de mi primo. El día fue largo, pero más que todo por la espera de la habitación; el dolor lo tenía controlado. En la noche me pidió que me fuera a dormir con los niñitos y que él le pedía a su mamá que se quedara a acompañarlo. Habló con los niñitos y como siempre, lo que más hacía era re confirmarles cuánto los quería y asegurarse de darles besos y que nunca le faltaran. A veces él mismo se daba cuenta que los desesperaba al hacerlo y me decía: “quiero que tengan de sobra y que nunca les falten para que sepan cuanto los quiero.”
Cuando viene un hijo en camino, nuestro mundo cambia por completo; sea buscado o de sorpresa, siempre es una experiencia completamente diferente. No sabemos con qué nos vamos a encontrar y mucho menos cómo actuar, sobre todo con el primero. Lo que se nos viene a la cabeza por lo general es ¿cómo voy a hacer? Y si es el segundo, ¿será que lo voy a querer como el primero? ¿si podre darle tanto amor cómo lo estoy haciendo ahora? ¿cómo voy a dividir mi tiempo?
Son preguntas que poco a poco se van respondiendo. Y si, somos capaces, si podemos, si aprendemos a conocerlos, si podemos quererlos ya que el amor es como una jarrita de agua mágica que puede ir llenando y llenando vasos sin acabarse nunca. Y el tiempo, no sé, pero llega el final del día y sabemos que lo logramos.
A Abel le faltó tiempo para compartir con sus hijos, pero se dedicó en cuerpo y alma lo que pudo. Sacaba tiempo para llegar a los cumpleaños a los que ellos iban, iba a todos los shows y por lo general trataba de sentarse en primera fila, se disfrazaba a la par de ellos y los complacía haciendo las actividades que más les gustaba y muchas veces dejaba yo de tener cuatro hijos y pasaba a tener cinco. Por las edades, los planes variaban, pero se organizaba para que todos hicieran lo que les gustaba.
Con Abel Eduardo, tenía un vínculo inquebrantable; al ser el único hombre lo convirtió en su compañero y le enseño desde baseball, futbol, historia, geología, hasta como ser un caballero con las mujeres. Con las niñitas, solo le faltó ponerse el disfraz de princesa. Les dejó momentos inigualables, historias antes de dormirse que hoy ellas me repiten recordándolo. En cantidad no fue mucho, pero en calidad, les dejo de sobra para que se llenaran de momentos y muchos acompañados por videos y fotos que les quedaran como recuerdo del papa que tenían.
Se acordarán o no, es mi deber mostrarles cómo en tan poco tiempo puedes lograr tanto y dejar una huella. No sólo la dejo en el corazón de mis hijos y en el mío, pero también en toda aquella persona que lo vio correteando, jugando y hasta cargando una pañalera rosada. A más de uno nos enseñó que hay tiempo para todo y que no se necesita mucho para sacar una sonrisa. Era como si en el fondo el supiera que no iba a tener mucho tiempo aquí en este mundo con nosotros y jugando siempre me decía que él quería vivir sólo hasta los setenta (cosa que no me agradaba en lo más mínimo y siempre le discutía). Sé que en mis hijos sembró una semilla, que tengo que terminar de regar y cultivar para que crezca y de un fruto maravilloso. Me dejó una gran tarea y responsabilidad, pero su ejemplo es algo que tengo en mente siempre y trato que nunca le falta un beso, un abrazo, un te quiero y sobre todo la bendición al despedirme de ellos. Ahora estamos aquí, pero no tenemos ni idea cuanto más.
Me dicen que lo más seguro es que son pequeños y no se van a acordar, sobre todo María, que es la más pequeña, pero ellos hasta en los actos más simples lo mencionan y hablan de él con una felicidad que me da tranquilidad saber que siempre lo van a llevar en su corazón. Las personas sencillas y humildes no son difíciles de olvidar. En lo pequeño esta lo más grande y verdaderamente importante. No los acompañara físicamente en el futuro, pero les dejo mucho para trabajar y crecer y tratar de repetir mucho de lo que el repartió. Y yo, sé que tengo que continuar con su legado.
No nos preocupemos por lo material, más bien enfoquémonos en lo pequeño, que más adelante se vuelve más grande que cualquier otra cosa. Y eso, nadie lo va a poder borrar ni quitar.
3 comentarios en “Ellos y él”
Ese era Abel. Un ser lleno de alegría y bondad. Asi lo recordaremos siempre. ❤️
Abel dejó una huella en el corazón de quienes lo conocimos y vivirá en los recuerdos tuyo, de vuestros hijos q además heredarán muchas cosas q los hará parecerse a el.
El estara siempre presente como un angel de la guarda para ti y sus hijitos