Pasó lo impensable

Este no es el comienzo de mi vida, pero sí el inicio de una montaña rusa llena de distintas emociones y sucesos que nunca imaginé que iban a ser parte de ella. Es un poco largo lo que escribí a continuación, pero quiero ponerlos en contexto y así poco a poco pueden entender mi historia.

“¡Cómo te queda de bien esa bata en ese color! Todo va a salir bien, que la Virgen te acompañe (seguido por una bendición). Te amo, nos vemos ahorita…”. Acompañadas con un beso, fueron mis últimas palabras para él. Sin saberlo, mi vida estaba a punto de dar un giro inesperado. En mis 32 años me ha tocado aprender a llevar, vivir, aceptar cosas que a mi edad son impensables. Por lo general a esta edad los pensamientos van divididos entre los hijos, esposo, colegios, trabajos, viajes, casa y hasta qué ponerse. Nunca pensé que, por segunda vez, un golpe me iba a enseñar a ver la vida con el vaso medio lleno, aunque sintamos que ese vaso es suficiente para ahogarnos.

– ¿Está todo bien con Abel?

– Sí, ya se lo llevaron, pero no se debe demorar, es un simple cálculo

– ¿Estás segura?

– Sí, claro, aunque voy a preguntar ya que el medico no ha venido a decirnos nada.

Mientras subía al séptimo piso a averiguar cómo iba mi esposo, mis pensamientos se transportaban a mis hijos, que había dejado desde muy temprano en el campo de verano y en la casa. Después de que la secretaria me confirmó que Abel seguía en cirugía, bajé a la habitación a esperar que nos avisaran que había terminado el procedimiento. Cuando me senté y revisé, el celular tenía varios mensajes preguntándome cómo estaba Abel y me entró una llamada que me puso a dudar de lo que minutos antes me había dicho la secretaria de cirugía.

– Mary, dime la verdad, ¿Abel está bien? Tu prima me llamó dando gritos que algo le había pasado. ¿Pasó algo? Dime la verdad…

– Yo acabo de bajar de preguntar por él y me dijeron que seguía en cirugía, pero no eres la primera persona que me pregunta cómo está, así que voy a volver a subir a ver qué me dicen. Se están demorando con unos simples cálculos…

Al llegar nuevamente al séptimo piso no encontré a nadie. Esperé unos eternos cinco minutos y decidí bajar, porque nadie llegó. Nunca imaginé que al llegar al quinto piso (donde estaba la habitación) me iba a cruzar con mi papá: un gastroenterólogo vestido con bata de cirugía -saliendo del lado de los médicos, personal y camillas- acompañado por el doctor que le estaba practicando el procedimiento a Abel y dos doctores más. Mi mundo se me derrumbó en un segundo. Sin que mi papá me dijera nada, sabía que algo no estaba bien, ya que antes de que se llevaran a mi esposo para cirugía, él había ido a visitarlo a la habitación y le dijo que volvía después de almuerzo cuando él ya saliera, porque no tenía nada que hacer ahí y solo iba a estorbar. Aunque lo he intentado mil veces, no he podido borrarme la imagen de mi papá saliendo vestido de cirugía… Me da vueltas y vueltas en la cabeza. Al verlo corrí a donde él y sólo le preguntaba si Abel estaba bien.

– Nena, a Abel le acaba de dar un paro respiratorio, causado por un derrame. Está delicado, pero estable.

Miré al doctor que estaba al lado de mi papá y me derrumbé. Los gritos más aterradores que jamás pensé que podrían salir de mí lo hicieron. Mi papá me sostuvo fuertemente, me deslizaba entre sus manos. Al recordar ese momento, vuelvo a vivirlo como si fuera hace apenas cinco minutos que me hubieran dado la noticia. Mi suegra y mi cuñada se encontraban en la habitación esperando que nos avisaran que la cirugía había finalizado exitosamente. Pero esa llamada nunca llegó. Aterradas por los gritos que escucharon en el pasillo y después de mirarse y decir: “Pobre mujer que está gritando, ¿qué le habrá pasado? ¿Será que todo está bien?”, se asomaron. Al salir a ver qué estaba pasando, lo último que esperaban era que los gritos vinieran de mí, y mucho menos que me iban a ver en el estado que me encontraba. Sí, yo fui la que caminando al lado de mi papá les dio la noticia. Yo solo sentía náuseas y ganas de correr, correr y correr; devolverme en el tiempo para poder regresar a unas horas antes de que esta pesadilla empezara.

Poco a poco fueron llegando a la clínica mi mamá, mis hermanos, mi cuñado y la esposa, tíos, primos, amigos… Un batallón, mi batallón que no me iba a desamparar en toda esta carretera por la que mi vida acababa de cruzar. Una carretera larga y destapada.

No me acuerdo mucho qué hacíamos mientras esperábamos que Abel saliera del estudio que le estaban haciendo para saber de donde había venido el sangrado. Lo que sí recuerdo es que fue una espera larga. Los minutos pasaban como horas y no había tema de conversación que fuera lo suficientemente entretenido o duradero para mantenernos concentrados en otra cosa que no fuera Abel y el reloj. Después de varias horas, tengo el leve recuerdo de ver entrar al extenso grupo de doctores, que más que doctores eran amigos.

No encontraron de donde venia el sangrado. Había bastante, pero de donde se había originado no había pistas. Para estar seguros, el examen se lo repitieron varias veces, recorriendo cada lugar que podría dar alguna pista. La buena noticia era que no habían encontrado algún daño grande, lo que significaba que Abel podía estar bien después de que se despertara. Sólo había que esperar…

Para que no nos fuéramos a impresionar al verlo, nos explicaron que Abel estaba en coma, sedado y entubado; que estaba conectado a un respirador y además tenía varios cables que estaban conectados a máquinas para monitorearle hasta el más mínimo movimiento.

Lo íbamos a ver mientras entraba a UCI (Unidad de Cuidados Intensivos), donde estaba por su delicado estado. Así como los minutos podían ser nuestros amigos, también podían ser nuestros enemigos. Al rato nos vinieron a buscar para que entráramos a verlo. Cuando lo vi, lo vi más lindo que nunca. En paz, pero a la vez sentía una impotencia: al hablarle y agarrarle la mano no obtenía ninguna respuesta.

Estábamos en el box con Abel su mamá y yo, mientras mi papá y el intensivista hablaban a pocos pasos de la entrada. Cuando le hablaba, me di cuenta que empezó a hacer un movimiento extraño con la cabeza y los ojos. Salí corriendo a buscar a mi papá para decirle lo que acababa de ver y lo único que recuerdo es al intensivista gritar: “¡código azul y traigan el carro de resucitación!”. Mi papá que sabía lo que significaba todo esto. Me agarró fuerte contra él y buscó a mi suegra, quien estaba ajena a todo lo que estaba sucediendo, y nos sacó de UCI. Como no había pasado mucho tiempo de haberle hecho el examen, todos los doctores se encontraban ahí y reaccionaron inmediatamente, llevándoselo nuevamente para revisar qué era lo que estaba sucediendo.

Yo no soy experta, ni doctora, ni mucho menos, pero al ser hija de médico hay expresiones, palabras y hasta situaciones que uno aprende a reconocer. Yo sabía que lo que estaba pasando no era bueno. No sé cuánto tiempo pasó, pero sí que fue un rato largo desde que se lo llevaron hasta que salieron los doctores a explicarnos que había sucedido. Nuevamente Abel había tenido un sangrado y esta vez habían tenido que ponerle un drenaje, ya que la cantidad de sangre le estaba haciendo presión en el cerebro, causándole daño por la falta de espacio.

Se lo volvieron a llevar a UCI y nos dejaron entrar a verlo. Ahora no se veía en la misma paz que lo había visto la primera vez. Tenía la cabeza inclinada hacia el lado derecho y ese mismo ojo medio abierto que dejaba al descubierto un poquito de ese lucerito azul que tanto me encantaba. Al lado tenía un pequeño tubo transparente que bajaba y se perdía entre cables y las sábanas hasta llegar a una bolsita a la que iba a llegar los líquidos que estaban tratando de sacarle de la cabeza. Fue impresionante verlo así. Nunca pensé que iba a tener que ver a alguien en ese estado, y menos a la persona que amaba.

Me rehusaba a moverme de la clínica y se hacía tarde. Mi papá, como cualquier papá, quería verme bien, y en ese momento lo único que podía hacer era mover sus influencias para que nos dejaran quedar en la clínica. En caso de que hubiera algún cambio queríamos estar cerca de él en segundos. Nos dieron una habitación donde nos fuimos acomodando en la camilla, sofás, sillas, cualquier lugar donde nos pudiéramos. Fue una noche larga en la que obviamente no pegué el ojo y estaba atenta a cualquier movimiento y sonido que escuchara. No soltaba mi rosario que tenía amarrado en la mano y al que apretaba fuertemente.

Como a las 5 de la mañana, el intensivista de turno llamó a mi papá para comentarle que había pasado buena noche y subió inmediatamente a verlo. La buena noticia era que no había cambio, pero todo seguía igual. Como ya había amanecido, decidieron que lo mejor era que nos fuéramos a la casa a cambiarnos y comer algo para poder regresar a estar con él. Yo obviamente no me quería mover de la clínica, pero lograron convencerme con la condición de que con cualquier cambio nos devolveríamos inmediatamente.

Este era el inicio de una larga semana llena de incertidumbre y emociones.

FRIMA MEC

 

 

 

This is not the beginning of my life, but rather the beginning of a roller coaster of emotions and life experiences that I never imagined I would ever life through. This is a rather long piece but I wanted to give you some context so little by little you can understand my story. 

“You look really good in that hospital gown! Everything will be okay.  The Virgin will protect you. I love you and I will see you soon.” I kissed him and those were the last words I ever said to my husband. Unbeknownst to me, my life was going to take an unexpected turn.  In the 32 years of life, I have endured, lived through and accepted situations that for someone at my age are simply unimaginable. Usually, someone in my age group thinks about kids, spouses, school, work, traveling, maintaining a home and even what you are going to wear. I never thought that for a second time, a life experience was going to remind me to always see the glass half full.  Even though we might feel that we could drown in that half glass. 

–          Is everything okay with Abel?

–          Yes. They just took him back but it shouldn’t be long. It is a simple kidney stone. 

–          Are you sure?

–          Yes, but I will go ask since the surgeon has not come to update us yet. 

As I walked upstairs to the seventh floor of the hospital to check on my husband, my thoughts turned to my children, who I last saw very early this morning as they went to summer camp. After a nurse told me that Abel was still in surgery, I went back to his assigned room to wait for the doctor to come tell us he was done. As I sat down, I checked my phone and I had various messages asking me how Abel was doing and then I got a phone call that made me doubt what the surgical nurse had just told me. 

–          Mari, tell me the truth, is Abel okay? Your cousin just called me screaming that something had happened. Is everything okay? Tell me the truth. 

–          I just came back down and asked about him and was told he was still in surgery.  You are not the only person who has asked how he is doing, so I am going to go back upstairs to ask again.  It is taking quite a bit of time for just some kidney stones.

As I walked back upstairs again, I could not find anyone. I waited 5 minutes, which seemed like an eternity, and went back down as nobody showed up. I never imagined that as I got back down to the fifth floor (where my husband’s assigned hospital room was) that I was going to run into my dad, a gastroenterologist who was dressed in surgical scrubs and was coming out of doctors only area with the surgeon who had just operated on my husband along with two other doctors. My world crumbled in an instant. Without my dad having to say one word, I know something was wrong. My dad had gone to see my husband right before he went into surgery and had said that he would stop by after lunch and after his surgery was over as he had nothing to in the operating room and he was just going to be a burden. Even though I had tried a million times, I cannot erase the image of my father dressed in his surgical gown. I constantly replay the imagine in my head.  As soon as I saw him, I ran toward him to ask if Abel was okay.

–          Baby, Abel just suffered a cardiac arrest caused by an aneurysm. He is stable but in a delicate condition.  

I looked at the doctor standing next to my dad and I collapsed. I screamed and did not recognize the sounds coming from inside of me. My dad held me tightly as I slipped down in between his hands.  As I remember this moment, I re-live every emotion it as if it occurred a mere 5 minutes ago.  My mother-in-law and sister-in-law were in the room waiting for the calls from the doctors to advise everything had gone well, but that call never came. Concerned about the screams coming from the hall and wondering why a distraught woman was screaming and hoping everything was okay, they came out to the hall. The last thing they were expecting to see was that I was the distraught woman who was screaming.  They did not expect to see me in that emotional state.  I walked towards them with my dad standing next to me and broke the news to them. I was nauseas. I wanted to run.  I wanted to go back in time just a couple of hours to before this nightmare began. 

My family all started arriving at the hospital: my mom, my siblings, my brother-in-law and his wife, my aunts and uncles, my cousins and my friends.  My people. My army. The army that was going to help me across this road on to which my life had abruptly crossed.  A long and treacherous road. 

I don’t remember much of what I did to pass the time while Abel was undergoing an assortment of tests which the doctors tried to pinpoint the cause of the bleed. All I can remember is waiting for a very long time. Minutes seemed like hours and there was no topic of conversation interesting enough that could distract us from Abel and the clock.  After some hours, I faintly remember going to see an extensive group of doctors. Some of these doctors were actually friends. 

They were not able to locate the source of the bleed. It was lot of blood, but there was no origin to be found. In order to be sure, they repeated the tests a number of times, going back and double checking everything. The good news was they had not found any massive damage, which meant we had to wait and see how Abel was when he awoke to receive a proper prognosis. We only had to wait…

So that we wouldn’t overreact when we saw him, the doctors explained that my husband was in a coma and on a ventilator. He was connected to numerous cables that were constantly monitoring all of his vitals. 

We were going to able to see him while he was in the ICU (Intensive Care Unit). Every minute that passed could become our ally as much as our worst enemy. When they finally allowed me to see him, I saw him as handsome as ever. He looked very peaceful and I felt helpless as I got no response when I talked to him or grabbed his hand. 

My husband’s mother and I were in the room, while my dad and my husband’s doctor were talking right outside the door. As I talked to my husband, I noticed he was making strange movements with his head and eyes. I ran outside to get my dad and tell him what I had just seen and all I remember was the doctor yelling: “Code Blue. I need a crash cart.” My dad knew what this all meant. He held me against him and grabbed my mother-in-law who was oblivious to everything that was going on and escorted us out of the ICU.  Since it had not been long since the last tests had been run, all the doctors were still there and reacted immediately taking him away again to see if they could determine what was going on. 

I am not an expert or a doctor, but as a daughter of a MD, there are certain expressions and words that you learn to recognize. I knew that whatever was going on was not good. A long time passed before the doctors came out to explain what had happened. Once again, Abel had suffered another aneurysm and they had to drain the blood as it was putting pressure on his brain and causing damage. 

Once again, they took him back to the ICU and we were able to see him.  This time he did not look as peaceful as before. His head was cocked back and to the right and one of his eyes was slightly open so I could see a little of those baby blues I loved so much. He had a tube coming out of his skull that came down and got lost in a tangle of cables and ended in a bag that was collecting the liquids the doctors were trying to drain. I was shocked to see him like that. I had never imagined I would have to see someone in that state, especially someone that I loved.

It was late and I refused to leave the hospital. My dad, like any father, wanted to help me and in that moment, all he could do was use his influences so that we could stay overnight. We wanted to be close in case anything changed. We were able to get a room and we hunkered down wherever we could find a spot. It was a long night and I did not sleep a wink. I was attentive to every sound and every movement. I held tight the rosary that was wrapped around my wrist. 

At around 5 AM, the doctor doing the rounds called my dad to tell him that Abel had had a good night and he went to see him right away. The good news was that there was no change.  Since it was daytime, it was decided that it was best that we all went home so we could shower, change and grab a quick bite before coming back. I did not want to leave the hospital, but my family was able to convince me that I would be called immediately if anything changed.

This was the start of a long week full of emotions and unknowns.

Suscríbete a mi blog

Loading

27 comentarios en “Pasó lo impensable”

  1. Escribe, suelta y sana! No hay mejor terapia! A veces las circuntancias y momentos mas dolorosos nos llevan a lugares impensables!
    Te envio un abrazo de corazon lleno de mucho amor, fortaleza, paciencia y sabiduria!
    Sigue adelante eresbuna guerrera!
    Estoy muy orgullosa de ti!!!
    Margui

  2. Escribe, suelta y sana! No hay mejor terapia! A veces las circuntancias y momentos mas dolorosos nos llevan a lugares impensables!
    Te envio un abrazo de corazon lleno de mucho amor, fortaleza, paciencia y sabiduria!
    Eres una guerrera. Estoy muy orgullosa de ti!
    Margui

    1. Te comparto la de mi abuela aun viva quedo viuda ( sin comodidades sin psicologos etc) con 7 hijos el mayor con 15 años y la menor con 1, el mayor a los 35 se murió de cáncer pero estas historias no son conocidas ni

  3. Hola! Fui amiga de Abel, no te conozco pero te acompaño en esto. Gracias por compartir, soltar y empezar aceptar lo imposible. Mi padre murio cuando tenia 5 años y mi mama tenia 29. Algo puedo entender. Te mando mi mejor energia y se que estas hecha para cosas grandes!! Un abrazo
    Sisi

  4. Tuviste la fortuna de tener un gran esposo, con hermosos recuerdos, eres bendecida, Dios te llena de Luz para que logres ver tu nuevo camino,
    Adelante , todo esto te hace ser más fuerte y poderosa!!!!

  5. Amiga lagrimas y mas lagrimas salen de mis ojos!!! Solo Dios te da esa fortaleza!! Que la virgen te siga cubriendo con su manto ❤️❤️❤️❤️

  6. Eres una mujer de admirar mari q papa Dios y la virgen te sigan llenando de luz junto a esos hermosos hijos q tienes. Besos y abrazos! Estás hermosa! 😘😊🙏🏻🌟💜

  7. mary me siento muy orgullosa de ti. Desde que empezamos a vivir este camino juntas has sido mi ejemplo . He aprendido mucho de ti, de tus ganas de vivir. de luchar, de no ser vista como victima, de tu fuerza como madre y de la forma como ves el futuro. La resilencia es tu mayor virtud a pesar de lo joven q eres has sabido afrontar con dignidad y entereza las pruebas de la vida. Eres un angelito con el que cuento que siempre me ayuda a ver el camino hacia el futuro un poco mas despejado. te quiero.

  8. Situaciones dolorosas que son dificiles de aceptar. Dios te de la sabiduria y fortaleza para salir adelante junto a esos bellos hijos que son la extencion de Abel. Los quiero mucho.

  9. Mary, palabras que lkegan al alma de cualquier ser humano, a veces no sabemos porque nos pasan ciertas cosas!!! Solo Dios el dueno de nuestras vidas lo sabe, dale gracias al Senor por habertelo puesto en tu camino , ya que juntoa Abelito tuviste grandes y bellos recuerdos,donde compartiste y conociste un Amor puro y verdadero, y de ese gran amor nacieron tus hijos, se que con la guia de El desde el cielo eterno sabras educar con amor, espiritualidad, carino, paciencia, alegria y dulzura. love ❤️ you Mary, que Dios y la Virgen te acompanen siempre, bendiciones para ti y tus hijos 🙏

  10. Eres una gran persona. Tu familia es muy fuerte y se que debió haber sido unas semanas duras pero al final, Abel te dio las fuerzas para seguir adelante en tu camino. Estoy seguro de una cosa, que Abel nunca te abandonará y estará junto a toda tu familia por siempre.

  11. Diana Herrera Tamara

    Mary, gracias por compartir tu historia de vida! Eres una berraca, te admiro y se q tú Ángel, tu amor, siempre estará acompañándote en este largo caminar! Eres un ejemplo a seguir y espero Dios te bendiga siempre. Tienes una familia hermosa q esta orgullosa de ti!! TQM

  12. Mary eres una ganadora y luchadora. Expresar los sentimientos y compartirlos es duro pero te sana y sanara a muchas que lo están leyendo. Que Dios te bendiga y tus hijos. Seguiré tus pasos. Un gran abrazo 🤗 Sylvia

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Post Relacionados