Polvo eres

Estos últimos días no han sido fáciles. Al pasar el tiempo uno va sanando y aprendiendo a vivir con las situaciones, sean positivas o negativas sin dejarlas que ellas nos terminen manejando y sean las que decidan por nosotros. Después de un año de la partida de Abel, sentía que ya había pasado, con una vuelta al sol, los momentos más difíciles y había salido vencedora. Aunque fue así, el mundo sigue girando y la vida continua; unos llegan y otros se van. 364 días después de su partida, se fue inesperadamente a acompañarlo, el papá de una de mis mejores amigas. Nunca pensé que iba a revivir tantos momentos de un año atrás, pero así fue y lo logré. Cuando pensé que ya no tenia que ir por un largo rato al cementerio, falleció mi abuelo. Han sido dos semanas de recuerdos constantes que estamos aquí de paso.

Al nacer, lo único que tenemos seguro es la muerte. No sabemos cuándo, dónde ni a que hora, pero sí que en algún momento vamos a morir. Hay unos que se van tan solo minutos después de haber llegado a este mundo, dejando una gran huella; así como hay otros que duran una larga vida dejando poco a su paso. Desde pequeños nos enseñan, o simplemente aprendemos a ver la muerte como algo malo sembrando en nosotros un gran temor solo con pensar que puede suceder.

Día a día vamos construyendo y guardando recuerdos y a la vez vamos llenando vacíos con cosas materiales; haciendo que ese vacío sea más grande y tengamos necesidad de ir llenándolo con cosas que a la larga se vuelven un escape inútil para nosotros. Olvidándonos de las cosas que realmente son importantes.

“Mary, apúrate que a las 10:00 nos entregan las cenizas. ¿Ya tienes los papeles para que te las entreguen?”

En El carro íbamos mi papá, mi mamá y yo, nuevamente recorriendo el mismo trayecto que tan sólo unos días antes habíamos hecho para despedir a Abel por última vez. Llegamos al cementerio y nos dirigimos a unas oficinas iluminadas con una luz fría, entregue los papeles y nos hicieron sentarnos. Al poco tiempo apareció un señor, nos atendió y me puso a firmar unos papeles. Era la primera vez que me tocaba firmar como viuda. Algo tan sencillo como el estado civil hacía eco en mi cabeza causando un frío interno que recorría todo mi cuerpo. No pasó mucho tiempo, aunque para mi fue una eternidad, y regresó el mismo señor cargando una pequeña caja de madera. Me ericé al verla ya que alguien tan especial para mi y que era quien me daba tranquilidad y protección, ahora era tan pequeño que cabía ahí. Apreté la caja tan fuerte como pude tratando de protegerlo ahora yo. Caminamos nuevamente al carro para regresar a la casa.

Sentada en el carro con la caja en mis piernas solo se me venía a la cabeza que no importa que tanto tengas o hagas, todos vamos para el mismo lugar y de la misma manera. Es la forma como llevas tu vida y la huella que dejas en el mundo el que en realidad hace una gran diferencia.

Llegamos a la casa de mi abuela, quien vive en el mismo edificio de mis papas, y allá nos estaban esperando mis tías, hermanos y primos con un pequeño arreglo de flores y velas para poder rezar el rosario por él. Después de un rato mi primo me acompañó a llevarlo a donde su mamá para que ella pudiera también estar con él antes de la misa.

No me acuerdo de muchos detalles de la misa, fue en la capilla de la Catedral. Él siempre dijo que cuando muriera, quería que sus cenizas fueran puestas en el mismo osario con su papá. Ponerlo ahí, fue difícil. Es una sensación que no puedo explicar, pero es como si fuera el final de todo. Ya es la última realidad que no vamos a volver a verlos y donde tenemos que terminar de soltar.

Ese día, el peso que llevaba en los hombros, finalmente me derrumbó. Estaba tan descompensada por tantos días sin dormir, alimentarme mal y esa montaña rusa de emociones que mi cuerpo no pudo más. Sudaba frio, me dio fiebre y arropada con todo apagado colapse; me estaban pasando la cuenta de cobro. Después de varios días intensos, en los que nos tocó hacer tantas cosas, no habíamos tenido días de rutina. La realidad del día a día sin Abel no nos había tocado. Por momentos sentía que el estaba en un viaje de trabajo y que en cualquier momento iba a entrar por la puerta. Sonaba mi celular y mi subconsciente me traicionaba viendo su nombre en la pantalla y mi corazón se detenía por milésimas de segundo.

Lo que más me hacia poner lo pies en la tierra y estrellarme con la realidad, era entrar a mi closet y ver su ropa ahí. “Polvo eres y en polvo te convertirás.” Cuando nos vamos de este mundo, nos vamos de la misma manera que llegamos; solos y dejando todo atrás. Me quedaban los recuerdos y sus cosas materiales, pero él, no se había llevado nada. ¿De que nos sirve estar tan aferrados a tantas cosas materiales si al final vamos a terminar sin ellas? Me quedaba horas viendo su ropa, sobando sus camisas y sabía que la única que se estaba haciendo daño era yo. Tenía que sacar la ropa y quería hacerlo enseguida, pero pensar en mis hijos era lo único que me frenaba. Sin saberlo, había tomado la decisión correcta de no sacar la ropa por ellos. Mi psicóloga me dijo, que si lo hacía sin que ellos se dieran cuenta o me dieran su aprobación de alguna manera, ellos en su fantasía lo podían tomar como abandono y que su papá prefería estar en el cielo y no con ellos.

Esperaba ese momento con ansias. Un día, mi hija Emilia entro al closet mientras yo estaba ahí y me pregunto porque su papá no se había llevado su ropa al cielo. No se cómo, pero las palabras me llegaron inmediatamente y le conteste: “lo que pasa, es que en el cielo se usa otra ropa distinta a esta.” Ella me miro y me dijo: “¿Mami, puedes mandarle sus camisas y estos zapatos que yo se que a el le van a hacer falta?” Mi corazón se arrugó y puso chiquito, pero en el fondo sabía que ella me estaba dando permiso de sacar su ropa. Espere unos días a que ella entrara al colegio y una mañana, llame a una amiga y le dije que necesitaba que corriera a la casa que tenía una hora antes de ir por las niñitas y necesitaba organizar la ropa de Abel para sacarla. En esas me llamo otra amiga y la puse a correr para que viniera a ayudarnos.

Entre las tres dividimos la ropa, la metimos en cajas y marcamos con distintos destinos. Ya yo había sacado algunas cosas que su hermano me había pedido que quería de el y se las tenía apartadas. En una hora sacamos su ropa y organizamos la mía de cierta manera que el que entrara a mi closet no se daba cuenta que no estaba la ropa de Abel y era simplemente la mía. Cada vez que entraba ahí, me demoraba en digerir que era solo mi ropa. Al mismo tiempo sabía que había hecho lo mejor y que parte de mi había soltado un poco más y no me estaba aferrando a algo material de el, que no me estaba dejando sanar. Su ropa no me lo iba a traer de vuelta, pero si me estaba revolviendo cada vez que la veía. Y me volvía a recordar a mi misma “polvo eres y en polvo te convertirás.”

FRIMA MEC

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18 comentarios en “Polvo eres”

  1. Cuando nos vamos sólo dejamos lo q construimos sentimentalmente y los q nos quedamos vivimos a la espera de volver a sentir a ese ser. Lo material Te genera recuerdos pero hasta ahí. En nuestro ser permsnece un amor eterno.
    Tal y como lo estas plasmando. Gracias X compartir esta enseñanza de vida.

  2. Mi Mary bella, Dios te dio la valentia para dar testimonio . Se que hay mucha gente agradecida porque seguramente al leerte han podido seguir adelante.
    No es facil se que luchas a diario , y que hay dias buenos y otros no tanto pero nuestro amado padre del cielo y mamita Maria te llevan de la mano . Un abrazo bendiciones 🙏🏻😘

  3. No hay palabras cuando el dolor es tan grande, solo Dios llevandote de Su mano en este duro proceso. Toda mi admiración y mi oracion contigo y tu familia 🙏🏼

  4. Cristina Restrepo de Zuluaga

    Maria Elvira.
    Te admiro y felicito por tu entereza, valor y decisión al hacer este blog. Es sanador para ti, pero sin duda alguna también es un espacio donde abres tu corazón y muchos encontrarán consuelo y fuerza al sentirse identificafos con tu sentir.
    Te admiro muchísimo.

  5. Maria E, tuve la oportunidad de leer tus escritos; muy especial ofrecer tus pensamientos y tus experiencias; así con todas esas dificultades a tu edad, expresas una actitud muy madura y una certeza q sales adelante con tu actitud positiva y tu fuerza luchadora. Como dicen los q te ofrecen palabras de soporte en tu blog, con seguridad vendrán cosas buenas, además de todas las que ya tienes, en tu camino. Algo q leí el otro día resuena y muy apropos para ti:
    «We cannot change the cards we are dealt, just how we play the hand».
    Tú Tio q te quiere,
    Oscar

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